viernes, 22 de junio de 2012

El ajedrez acompañó siempre la evolución del hombre y los progresos de su cultura

En el año 476 los bárbaros invanden a Roma, hecho que marcaba el fin del imperio de Occidente y señala el comienzo de la llamada Edad Media. En una fecha aciaga para la cultura humana, ya que la caída de Roma implica la desaparición de la filosofía, el arte y la ciencia antiguas y su reemplazo por la ignorancia, la superstición y la barbarie. Con todo acierto se ha dicho que la Edad Media es “la larga noche de la historia”, porque durante casi mil años, el género humano estuvo dormido con las más altas manifestaciones del espíritu y sufrió la pesadilla del oscurantismo, la intolerancia y el atraso.
El ajedrez nació prácticamente en la Edad Media, pero no, desde luego, en la Europa hecha ruinas, sino en la lejanía India, de donde muy pronto pasó al reino de Persia. Sin embargo fueron los árabes quienes lo llevaron enseguida a España; recordemos que también trajeron, junto con el ajedrez, la vieja cultura que los bárbaros habían sepultado bajo los restos de los grandes monumentos del imperio romano. Los árabes se convirtieron así, paradójicamente, en los conservadores de la cultura occidental y, gracias a ellos, Europa pudo redescubrir, hacia el siglo quince, el valioso tesoro perdido diez centurias atras. Entonces, la Humanidad despertó de su largo sueño, gestándose el fenómeno conocido con el nombre de Renacimiento.
La forma primitiva del ajedrez, llamado “shatranj” por los árabes, subsistió en la Europa medieval prácticamente sin cambios en las reglas del juego. La Dama era una pieza muy débil, que apenas se movía una casilla y sólo en diagonal; los alfiles se desplazaban de a dos casillas; no existía el enroque y los peones avanzaban siempre nada más que un paso. Es fácil imaginar que el juego resultaba sumamente lento y tedioso, y solo el sopor mental en que vivieron los hombres durante el Medievo puede explicar que el ajedrez arcaico haya logrado sobrevivir mil años.
El renacimiento afectó también profundamente al ajedrez. El despertar de la inteligencia, el redescubrimiento de la cultura grecoromana, la emancipación del pensamiento, de la tutela de la Iglesia, el ascenso de la clase media y la creciente importancia de los centros urbanos, no podían dejar de influir en un juego que ofrecía grandes posibilidades de ser mejorado y dinamizado. Los españoles y los italianos advirtieron esas posibilidades y en un breve lapso, la segunda mitad del siglo quince, el ajedrez adquirió prácticamente sus características modernas.
Esta transformación no debe sorprender, ya que en la misma época se inventó la imprenta, se concibió la teoría heliocéntrica y resurgieron la pintura, escultura, y el teatro. Como manifestación artística y científica - lo hemos dicho otras veces- el ajedrez ha acompañado siempre la evolución del hombre y los progresos de su cultura.
Naturalmente, el proceso que reseñamos no estalló de repente sino que fue preparado por una paulatina revitalización del humanismo, a cargo de individuos excepcionales que se anticiparon a su tiempo y muchas veces pagaron con la muerte su osada rebeldía. Estos precursores, en ocasiones, fueron también ajedrecistas y empezaron a introducir variantes en las reglas del juego, ya hacia el año 1300.

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