miércoles, 29 de febrero de 2012

"No tiene talento para el ajedrez"

Sigo con artículos extraídos de "apuntes de un ajedrecista", interesante recopilación  de publicaciones realizadas por "Anónimo". 
Veamos. 
El 4 veces campeón de Australia Cecyl Purdy (también campeón del mundo por correspondencia) se estaba jugando su quinta corona de campeón de su país, si ganaba en la última ronda lo lograría.
El azar de los destinos hizo que su rival en esa última ronda fuese John Spencer Purdy... su hijo. 
Muchos especularon con que el hijo dejaría ganar al padre, pero a las pocas jugadas pudo 
verse que esto no sería así. Tras una dura lucha John Purdy venció a su padre, con lo que este se quedó sin el título.
Al recibir el jaque mate de su hijo Cecyl se levanto de su asiento, se secó el sudor y comentó medio en broma:
- ¡Esto ocurre por enseñlarle a jugar ajedrez a los hijos!.


Spraggett


Dejemos hablar a Ke-vin.Spraggett. 
Recuerdo una conversación que tuve hace unos años con Spassky. Estábamos hablando de 
Víctor Korchnoi "El Terrible". Boris y Víctor habían sido adversarios en lo deportivo y en lo personal durante más de cuarenta años, y habían jugado más de 60 veces en competi-ciones oficiales (incluyendo dos finales de Candidatos). Sólo Karpov puede presumir de haber jugado más veces con él. Boris llegó a decir que Korchnoi tenía todas las cualidades necesarias para 
convertirse en campeón mundial, pero que le faltaba una muy importante, y que era la que le 
impedía conseguir el máximo título. Boris empezó a decir la lista de cualidades de Korchnoi:
- Instinto asesino (nadie puede comparársele)
- Fenomenal capacidad para trabajar (en el tablero y fuera de él).
- Nervios de acero (incluso con pocos segundos en el reloj).
- Habilidad para calcular (sólo Fischer podría ser mejor en esto).
- Tenacidad y perseverancia en la defensa (incomparable).
- Habilidad para el contraataque (sin rival).
- Técnica impecable (incluso mejor que Capablanca).
- Capacidad para concentrarse (increíble).
- Ajeno a las distracciones durante la partida.
- Brillante comprensión de la estrategia.
- Juego táctico superior.
- La mejor preparación en aperturas de su generación.
- Gran psicólogo.
- Deseo sobrehumano de vencer (sólo igualado por Fischer)
- Profundo conocimiento de sus adversarios.
- Enorme energía y auto disciplina.
En este momento Boris dejó de hablar y me miró, como pidiéndome que le hiciera la pregunta 
necesaria. 
Pregunté: "Pero, Boris, ¿qué le falta a Víctor para ser campeón mundial?"
Boris contestó, rugiendo: "No tiene talento para el ajedrez". Y empezó a reír a carcajadas.


lunes, 27 de febrero de 2012

"Le ruego que deje usted de jugar tan mal o no tendré más remedio que ganarle".

Extraido de "apuntes de un ajedrecista",  interesante recopilación  de publicaciones de ajedrez realizadas por un tal "Anónimo". Veamos. 


Estamos en el Torneo de New York de 1927, allí se dan cita varios de los mejores jugadores del planeta, entre ellos el "Invencible" José Raúl Capablanca.
Como era de esperar Capablanca comenzó de forma brillante y varias rondas antes de finalizar el torneo parecía claro que la victoria sería suya. 
Charlando con un amigo, éste le hizo un reproche irónico sobre su superioridad, ante esto 
Capablanca le dijo que tenía pensado hacer tablas en el resto de partidas.
En una de esas partidas le tocó enfrentarse con Aaron Nimzowitsch, una vez concluida la apertura Capablanca le envió una nota a su rival a través del árbitro que ponía: "Le ruego que deje usted de jugar tan mal o no tendré más remedio que ganarle".


Najdorf


Esta curiosa conversación ocurrió en una partida entre el soviético Isaak Boleslavsky y el argentino Miguel Najdorf:
Najdorf: ¿Da usted la partida en tablas?
Boleslavsky: ¡No!
Najdorf, algo pensativo dice: ¿Juega usted para ganar?
Boleslavsky: ¡No!
Najdorf: ¿Juega usted para perder?
Boleslavsky: ¡No!
Najdorf: ¡Bien!, ¿Que quiere usted pues?
Boleslavsky: ¡Jugar!

viernes, 24 de febrero de 2012

Sorprendentes similitudes del ajedrez y la democracia

El juego de ajdrez, como se sabe, tiene unos mil quinientos años de antiguedad. Fue creado en la India, cuando el sistema universal de gobierno era la monarquía. Por esto, no es extraño que la pieza principal del juego, sea el Rey.
El juego de los reyes, que es también el rey de los juegos, puede sin embargo ser interpretado como una representación de la moderna democracia. El primer lugar, porque una partida es una lucha de ideas, donde se combate, pero sin violencia. Una concepción se opone a otra, y prevalece la más inteligente; a veces, ambos bandos tiene sus razones, igualmente valederas, y la partida es tablas: Como cuando distintos sectores de la ciudadanía concilian intereses contrapuestos, para beneficio de la sociedad en su conjunto.
Frente al tablero, cada jugador ejecuta un movimiento por vez. Luego le toca el turno al rival. Esta alternancia se parece al diálogo democrático, donde nadie tiene derecho a ser silenciado y todos pueden hacer escuchar sus opiniones. En el ajedrez no hay un monólogo del más fuerte; tampoco, en la democracia.
Durante la partida, cada jugador está obligado a prestar la misma atención a sus propias jugadas y a las jugadas del adversario. Unas y otras están relacionas. Así ocurre en la vida democrática, donde los puntos de vista de los demás son respetados y tenidos en cuenta, a la hora de adoptar las deciones. Es más: En el juego, si uno subestima los planes del rival, seguramente, suele perder el poder en las elecciones siguiente.
Para el desarrollo de la partida, cada jugador dispone de una amplia gama de alternativas: Puede elegir con plena libertad el camino que le parezca más adecuado para el logro de su victoria personal. En una sociedad democrática, existe igualmente una diversidad de opciones, que se denomina “pluralismo”: Muchas posibilidades, que conviven armoniosamente entre si. Sin embargo, en el ajedrez hay ciertas limitaciones: Determinadas jugadas están prohibidas, porque violan el reglamento del juego. Otro tanto sucede en la democracia: Cada uno puede ejercer su libertad, pero dentro de un marco perfectamente definido de antemano: La Constitución y, en general, la ley.
Por eso, la libertad no es ni puede ser absoluta. En el ajedrez, si un jugador viola el reglamento y pretende realizar jugadas ilegales, destruye el ajedrez mismo. Y en la vida de un país, si un partido o un gobierno viola la constitución o permite que ello ocurra, destruye a la democracia misma.
Esto implica que, tanto en el juego como en la democracia, hay y debe haber diversidad, pero siempre dentro de un acuerdo básico sobre determinados principios, que son casi sagrados: en el ajedrez, es el reglamento; en la democracia, es la Constitución.
La práctica del ajedrez resulta, pues, un valioso auxiliar para la formación individual y social del ciudadano. Así lo ha comprendido el actual gobierno democrático, al introducir el juego como materio de estudio en las escuelas.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Constante desconfianza de autoridades religiosas hacia el ajedrez

En nuestra entrada anterior vimos que, a mediados del siglo VII de la era cristiana, los árabes invadieron a Persia en nombre de la nueva religión musulmana. Pero los conquistadores fueron, a su vez, conquistados por el “chatrang”, la forma antigua del ajedrez, juego que recibió entonces el nombre de “shatranj” y ganó rápidamente el favor de los califas islámicos. 
Sin embargo, durante algún tiempo el juego fue mal visto por los sacerdotes, que le atribuían un carácter maligno, contrario a las enseñanzas del Corán. Harry Golombek señala, en su “Historia del ajedrez”, que la desconfianza de las autoridades religiosas hacia el ajedrez es una constante en todas las civilizaciones, acaso porque el pensamiento trascendente no entiende que el hombre pueda entregarse con pasión a una actividad meramente lúdica, a un simple juego. Añade el autor inglés que, en efecto, no es fácil comprender la fascinación que emana de este juego sutil, infinito en sus posibles variantes, y desinteresado como toda especulación artística. Pero es necesario aceptar que los hombres ambicionan dominar un mundo, dictarle sus propias leyes, imponer su voluntad a los protagonistas; esto se logra en el universo cerrado del tablero, moviendo a discreción las piezas y luchando por hacer prevalecer ciertos planes.  El jugador de ajedrez se siente un dios que gobierna el destino de las piezas, tal como Dios determina nuestro propio destino. Recordemos el poema de Omar Jayam y su versión moderna, aquellos versos de Jorge Luis Borges que dicen: “Dios mueve al jugador y éste, la pieza. 
Los califas, si bien por conveniencia política aparentaban condenar el shatranj, lo practicaban en la intimidad de sus cortes y fueron los primeros en contratar a los más destacados jugadores de su tiempo, para que les enseñaran los secretos del juego. El califa Al-Majdi, en la segunda mitad del siglo VIII, tuvo a su servicio a Abu Jafs, conocido como “el ajedrecista”, de quien se sabe que era un eximio jugador y se cuenta que daba simultáneas a ciegas. 
No menos entusiasta del shatranj fue el hijo de Al-Majdi, el célebre califa Harun al-Rashid, que reinó desde 786 hasta 809 y aparece a menudo en las “Mil y una noches”. Uno de los cuentos de esta famosa obra de la literatura árabe narra que una joven esclava ganó su libertad y la de su prometido, que estaba en prisión, gracias a su habilidad en el juego de ajedrez, ya que derrotó tres veces al propio califa y así obtuvo, como premio, el indulto. Digamos, de paso, que los testimonios de la cultura árabe indican que las mujeres jugaban muy bien al shatranj, imponiéndose con frecuencia a los varones. 
En cuanto a las reglas del juego, el shatranj no difería del chatrang persa o el chaturanga hindú. Sólo el nombre de las piezas cambió en el antiguo ajedrez, naturalmente, aunque el rey siguió llamándose “sha”. El consejero, es decir la moderna dama, recibió la denominación de “fitz”, palabra que significaba ministro; los elefantes fueron bautizados “al fil”, nombre que perdura en español; los caballos se llamaron “faras”; y las torres, o sea los carros de asalto, conservaron su tradicional nombre de “ruj”. Los soldados o peones, finalmente, eran denominados “baidak”.
Los árabes iniciaron la costumbre de registrar las partidas, inventando el sistema de anotación que revela su afición a las matemáticas: el sistema algebraico. Consiste, como sabemos, en numerar las líneas del 1 al 8, contando siempre desde el lado de las blancas, y en designar las columnas con las letras “a” a la “h”, a partir de la izquierda de las blancas. Es curioso que este sistema, que tiene nada menos que 10 siglos de antigüedad, sólo fuera adoptado por el ajedrez moderno en el siglo XX. 
Junto a la práctica activa del juego, los árabes cultivaron también la composición de problemas y de finales, muchos de los cuales se difundieron por todo el mundo medieval, llegando a países y regiones muy distantes, impulsando el desarrollo del ajedrez. De esto escribiré más adelante.

lunes, 20 de febrero de 2012

Ajedrez: compañero para los solitarios, consuelo para los desesperados y medio de salvación para los viciosos.

Recapitulando nuestras última entregas, recordemos que el ajedrez, en su forma primitiva, fue creado a fines del siglo VI de la era cristiana, en el noroeste de la India, donde recibió el nombre de “chaturanga. Muy pronto fue conocido en Persia, con la denominación de “chatrang”, y desde uno y otro reino se expandió a lejanos países del Asia y, algo más tarde, también a Europa.
Estamos, por lo tanto, en la primera mitad del siglo VII. Mientras los soberanos de la India y de Persia rivalizan en la práctica de un juego inventado para distraer su ociosidad, en Arabia está gestándose uno de los movimientos religiosos y políticos más trascendentales de la historia: El Islam. En efecto, en el año 622, Mahoma se retira a Medina, episodio que  se conoce como “la hégira” y es el año cero del calendario musulmán. Dos décadas más tarde, los califas Omar ben Al – Jutar y Alí ben Abu-Tulib, conquistan a Persia en nombre del Islam y, en 652, es destronado el rey Cosróes, último monarca de la dinastía sasanidu, quien precisamente había sido el introductor del ajedrez en sus dominios, según la tradición y los testimonios históricos. 
Es decir que, a sólo medio siglo de su aparición, el ajedrez se ve sometido a una influencia que sería enormemente significativa para su futuro desarrollo y evolución: La influencia de la civilización musulmana. Cabe apuntar que el Islam tomó del judaísmo un profundo rechazo de toda forma de idolatría, y como el juego se practicaba en Persia con figuras que reproducían la figura del rey, del consejero, etcétera, atrajo de inmediato la atención y la desconfianza de los califas islámicos. 
En la Persia ahora dominada por los árabes, que la gobernarían durante siglos desde el califato de Bagdad, el todavía incipiente juego del ajedrez, el chatrang, toma un nuevo nombre, que es una segunda deformación del original: se llamará, en lo sucesivo, “shatranj”
Pese a las sospechas de la jerarquía musulmana, el juego continúa siendo el favorito de las clases cultas, aunque para evitar persecuciones fundada en la figura de las piezas de ajedrez, éstas comienzan a ser estilizadas, como las modernas, de modo que apenas conservan algún rasgo que sugiere los diversos protagonistas de la batalla. 
Los árabes serán los primeros en estudiar científicamente el juego, circunstancia que no puede sorprender si se repara en que fueron también destacados matemáticos y filósofos. Los propios califas y sus cortes adoptaron el juego del shatranj. Y ya a fines del siglo VII, uno de ellos, Al-Mutuz, era tan entusiasta que no admitía que se le interrumpiera durante una partida, ni siquiera para atender urgentes asuntos de estado. Su hijo, ben Al-Mutuz, escribió un hermoso poema en el que exalta las virtudes del ajedrez, poniendo de relieve que es un compañero para los solitarios, un consuelo para los desesperados y un medio de salvación para los viciosos. También subraya su utilidad en el arte de la guerra y su condición de juego científico. 
Los religiosos no llegaron a prohibir el shatranj, pero sí, que se lo jugara por dinero. Es posible que existiera, durante algún tiempo, cierta aprensión contra el juego, considerado acaso (como ocurrió después en Bizancio) un resabio de las disipadas costumbres de los destronados reyes infieles. Los propios califas ocultaban a los extraños su afición al juego y se cuenta que, cierto día a mediados del siglo VIII, el soberano Jisham Umáyad estaba enfrascado en una partida cuando le anunciaron la visita del embajador de Siria. Antes de hacerlo pasar, el califa mandó cubrir el tablero con un lienzo. Cuando el embajador se presentó en la sala, tras los saludos de estilo, Jisham Umáyad lo interrogó acerca de los principios fundamentales del Islam, comprobando que el sirio los desconocía por completo, ya que era cristiano. Entonces, el califa ordenó dejar nuevamente a la vista el tablero y continuó tranquilamente la partida de ajedrez. 

viernes, 17 de febrero de 2012

Un pequeño cambio en una posición de ajedrez puede brindarnos nuevas oportunidadades

En el juego de ajedrez, "durante una partida real no hay nada que te indique la existencia de un movimietno ganador", afirma Garry Kasparov
En su libro "Cómo la vida imita al ajedrez" hace esta sentencia para diferenciarla de los problemas que se presentan a los estudiantes cuando se les indica que deben encontrar un movimiento ganador. 
Enseguida agrega lo más importante y que merece tomarse  muy en cuenta: "Detectar las oportunidades requiere olvidar los apriorismos de todo tipo. Las pautas y las presunciones automáticas en las que confiamos para ganar tiempo también impiden que consideremos las mejores oportunidades. Eso es especialmente en las posiciones estáticas, en esos períodos de estabilidad en los que no parece haber posibilidad de ataque". 
Coloca como ejemplo la partida de ajedrez entre Samuel Reshevsky - Laszlo Szabo, en el torneo clasificatorio de Zurich 1953, En la misma, el ex niño prodigio (que habitualmente estaba apurado de tiempo)  capturó un caballo que daba jaque, cuando tenía que retirar su rey y quedó en posición de recibir jaque mate en dos jugadas. ¡Sorprendenetemente Szabo no lo vió!. Y la partida terminó tablas.
.Las negras están en jaque, y la jugada obligada es 20. ... Rg8-h8. Sin embargo, Reshevsky juega 20. ... Ag7xf6, dejando en bandeja a Szabó el jaque mate en dos jugadas con 21. Dc2xg6+ (el peón f7 está clavado por el alfil d5). Sin embargo, Szabó opta incomprensiblemente por 21. Ab2xf6 y la partida acaba en tablas en el turno 27.


"Estar alerta frente a las oportunidades de ataque requiere el análisis de todas y cada una de las posibilidades que ofrece nuestra posición, el entorno, la competencia. Un pequeño cambio que, en principio, no parece importante puede combinarse con una transformación posterior y dar paso a una debilidad y a una oportunidad", concluye Kasparov sobre este importante tema de ajedrez.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Descubre el encanto del ajedrez chino

Cuando el chaturanga, en el proceso de expansión desde la India, fue conocido en China, se produjo un fenómeno muy interesante, cual es la creación de un nuevo juego, impropiamente denominado “ajedrez chino”.
Sabemos que, desde tiempos muy remotos, los chinos jugaban al go y también a otro juego con piezas diferenciadas –tipo ajedrez- llamado “siang-chi”. Según Antonio van der Linde, que hace un más de un siglo escribió una “historia y literatura del ajedrez”, la expresión significa “juego de las figuras”. Al parecer, este juego tradicional, el siang-chi, unido al chaturanga que llegaba desde la India, dio nacimiento al “juego del río”, verdadera designación del “ajedrez chino”.
El tablero del ajedrez chino presenta la particularidad de que, entre ambas mitades del mismo, en sentido horizontal a los  jugadores, existe una franja divisoria llamada, precisamente, “río”, ambos bandos se hallan, entonces, separados por una imaginaria corriente de agua, una disposición frecuente en las batallas clásicas. Lo mismo que en el juego del go, las piezas no se colocan en el centro de las casillas sino en las intersecciones. De tal manera, el  tablero del ajedrez chino cuenta con nueve intersecciones horizontales y diez verticales, divididas en dos campos por el “río” central. Además, el sector que corresponde a nuestras casillas uno rey, dos rey, uno dama y dos dama, de cada lado, recibe el nombre de “ciudadela” o “fortaleza” y, como veremos a continuación, el rey y la dama no pueden salir de ese recinto.
Fichas grabadas
Las piezas no tienen diferentes formas, como en nuestro ajedrez. Sino que son fichas que llevan grabados el nombre de la figura correspondiente. Cada jugador dispone de dieciséis fichas, unas blancas y las otras rojas. El rey blanco se llama “gobernador” y el rey negro o rojo, “general”; se ubica en la intersección central de la primera línea, es decir, en el borde del tablero, entre las que serían nuestras casilla uno rey y uno dama.
Ambos reyes son flaqueados por los “consejeros, que hacen las veces de nuestra dama,  con el detalle de que son dos, se colocan también al borde del tablero más próximo a cada jugador, entre las casillas que en ajedrez individualizamos como uno rey y uno alfil rey, por una parte, y uno dama y uno alfil dama, por la otra. Al lado de cada consejero, y en dirección al correspondiente extremo del tablero, como en el ajedrez occidental, se ubican luego los caballos, y los “carros de guerra”, estos últimos equivalentes, como en el chaturanga, a las modernas torres. 
La segunda línea queda libre y, en la tercera, se ponen dos piezas enteramente originales de la China; los cañones. Su lugar es la intersección de las casillas dos torre, tres torres, dos caballo y tres caballo, en cada flanco. En la cuarta línea, por último, se ubican cinco soldados, o peones, dejando una intersección libre entre cada uno de ellos. 
El rey, llámese general o gobernador, puede moverse y capturar como en le ajedrez, pero sólo dentro de la ciudadela; la dama, o consejero, que como dije son dos, se desplazan sólo un paso en diagonal, como en el chatrung persa, y tampoco pueden abandonar la fortaleza: Son, por lo tanto,  piezas sumamente débiles. El movimiento de los alfiles es igual que en el chaturanga: en diagonal, dos intersecciones por vez, pero sin la facultad de saltar por encima de las otras piezas; además no pueden cruzar el río, únicamente se mueven dentro de su propio campo. Los caballos actúan como en el ajedrez, aunque con una diferencia fundamental: su movimiento se realiza en dos tiempos, primero se desplaza una intersección, horizontal o verticalmente, y en la jugada siguiente se aleja otra intersección en diagonal; en consecuencia, no puede saltar. Las torres tienen el movimiento que conocemos y, como en el chaturanga, son las piezas más poderosas del juego. 
Los cañones, por su parte, se mueven de la misma manera que las torres, pero sólo pueden capturar a una pieza enemiga situada detrás de otra pieza propia o rival, figurando así el disparo del cañón, que pasa por arriba las trincheras. En cuanto a los soldados, mientras están en su propio campo avanzan y capturan de a una intersección y siempre verticalmente; pero, cuando atraviesan el río y penetran en territorio enemigo, mueven y capturan de un paso en sentido lateral, a derecha o izquierda. No existe la coronación del peón ni, desde luego, nada parecido a la captura al paso. 
La partida se define por mate, como en el ajedrez, pero también gana el jugador que deja al general o gobernador adversario en posición de “ahogado, al revés de lo que sucedía en el chatrang persa. 
El juego del río es el predilecto de la mayoría del pueblo chino. Las clases cultas prefieren el go y, en los últimos 50 años,  creció el interés por el ajedrez occidental.

lunes, 13 de febrero de 2012

La sutileza del ajedrez atrae a los intelectos cultivados.

Ya comenté que el chaturanga hindú, forma primitiva del ajedrez moderno, fue llevado a Persia en tiempos del rey Cosroés, es decir, a fines del siglo sexto de nuestra era, y que allí adoptó e nombre de “chatrang”.
Por cierto, no fue Persia el único país hacia donde se difundió el chatruanga; el juego fue muy pronto conocido en toda Asía, ya sea por medio del intercambio comercial o de las guerras de conquista frecuentes en aquella época. De hecho, donde quiera que hubiera una civilización importante, surgió y se desarrolló también el ajedrez. Con razón dice Harry Golombek, en su “Historia del ajedrez”, que “el juego y la civilización vienen de la mano, en parte porque su sutileza atrae a los intelectos cultivados, en parte porque sus connotaciones bélicas coinciden con pasiones humanas todavía más fundamentales”.
Una de las vías de expansión del chaturanga fue la ruta que atraviesa Afganistan y Pakistán, llegando hasta el territorio de Uzbekistán. La importancia de esta vía reside en que por ella el juego habría llegado tempranamente a Rusia y, desde ahí, al resto de Europa. Descubrimientos arqueológicos parecen confirmar las aseveraciones del jugador e historiador Ivan Savénkov, quien en 1905 publicó en Moscú una monografía titulada “Evolución del juego de ajedrez”, donde señala que el chatrang ingresó a Rusia desde Persia., en los últimos años del siglo VI.
Otra posible trayectoria  para la difusión del chaturanga fue el camino que, partiendo del sudeste de la India, conducía a las tierras ocupadas por los malayos, hasta Borneo, Java, Sumatra, y todo lo que hoy se conoce como Indonesia. En nuestros días, todavía se practica en esas regiones un juego muy parecido al viejo chaturanga, cuyo nombre, “main chator”, muestra esa derivación, ya que en malaya “main” significa “juego” y “chator” es una visible deformación de la palabra chaturanga.
Naturalmente, desde el noroeste de la India el chaturanga pasó enseguida al Tibet, donde recibió el nombre de “chandaraki”. Algo más demoró en llegar también hasta las enormes extensiones dominadas por los mongoles, aunque éstos más bien parece que introdujeron el chatrang desde Persia, a juzgar por la palabra que usaron para denominar el juego, que fue “shatara” o “shatir”, según la tribu que se considere.
Si bien los antiguos griego no conocieron el ajedrez, si se lo encuentra, por supuesto, entre los bizantinos. Se presume que el chatrang persa fue llevado a Constantinopla a comienzos del siglo IX, bajo el reinado del emperador Nicéforo I, de quien se sabe que era aficionado al juego. En Bizancio, el ajedrez fue bautizado con el nombre de “zatrikion”. Otro soberano, Alexis I, quien ocupó el torno a fines del siglo XI, también jugaba con sus amigos íntimos, según los revela en el llamado “Alexíada” su hermana, la princesa Ana Commena.
Merece señalarse que, entre los bizantinos, el ajedrez tenía bastante mala fama, ya que se lo consideraba un producto de la ociosidad y el vicio imperantes en la corte persa. No faltaron quienes, por asombroso que nos parezca hoy, atribuyeron al juego un carácter lujurioso, ofensivo para la rígida moral de la iglesia ortodoxa. Y a tales extremos llegó el celo de la jerarquía eclesiástica, que entre las normas destinadas a los sacerdotes figuraba una expresa prohibición de jugar al zatrikion, condenado junto a los dados, la bebida y otros excesos.
Particularmente curioso es el proceso que sufrió el chatruanga cuando fue conocido en la China, ya que dio nacimiento a un juego muy diferente, el “juego del río”, mal llamado también ajedrez chino. Este será tema de la próxima entrada.



viernes, 10 de febrero de 2012

Kasparov y la máxima de Nimzowitch: "La amenaza es más poderosa que la ejecución"

La mayorías (por no arriesgarme a decir todos) conoce la frase de Aaron Nimzowitch "La amenaza es más poderosa que la ejecución". Esto puede traducirse en que no siempre es necesario concretar un  ataque, sino que también se puede aprovechar la pérdida de tiempo en defender del rival  para obtener un triunfo por otra vía. 
Garry Kasparov se "aprovecha" de esta frase para compararlo con un hecho bélico fundamental para la humanidad. En su libro "Cómo la vida imita al ajedrez" (que lentamente sigo disfrutando) dice: "Antes del Día D, los agentes dobles de los aliados hicieron creer a los nazis que el ataque principal llegaría por el paso de Calais, provocando que Hitler enviara a Rommel y a sus tropas de élite lejos de la zona real de invasión.
Además indica que la frase de Nimzowitch también se refiere a la percepción, tal como reza un viejo dicho de Wall Street: "Compra el rumor, vende las noticias". Anticipar algo que va a suceder puede ser más efectivo que el acontecimiento en si mismo, o, dicho de otra manera no se puede aislar del propio acontecimiento. El impacto es el impacto. Gritar "¡Fuego! en un teatro abarrotado provoca, al menos a corto plazo la misma reacción, haya o no haya fuego".
Después habla de la defensa, señalando que "para ser justos, la defensa es más racional que el ataque en muchos aspectos"  y coloca el ejemplo de una máxima militar que dice que para que el ataque triunfe debe triplicar las fuerzas de los defensores, cuando "en el ajedrez solemos conformarnos con una simple mayoría".

miércoles, 8 de febrero de 2012

¿Cuándo se dijo "jaque mate" por primera vez?

En entradas anteriores vimos que el juego denominado “chaturanga” surgió en la India alrededor del siglo sexto de nuestra era y que, por sus características propias, constituye la forma primitiva del ajedrez moderno. 
Cuenta la tradición que el soberano indio Devisaram quiso poner a prueba la inteligencia de sus vecinos persas y envió al rey Cosroés el tablero y las piezas del chaturanga, finamente talladas en dieciséis esmeraldas y dieciséis rubíes, pero sin añadir explicación alguna, desafiándolo a que dedujera las reglas del juego. El monarca persa, perplejo, llamó a un sabio consejero llamado Vuzurjmir, quien,  tras una noche de estudio, no sólo descubrió el movimiento de las piezas y las leyes del chaturanga, sino que inventó a su vez una variante, un nuevo juego. Cosroés, entonces, devolvió el reto a su colega hindú, mandándole la novedad junto con riquísimos obsequios. 
Mas Devisaram no logró descifrar las claves del juego creado por el sabio persa, y esa humillación fue el castigo a su altanería. 
Leyendas al margen, lo cierto es que, gracias al intercambio comercial de la época, el chaturanga fue llevado a Persia, donde recibió el nombre de “chatrang”. La primera referencia se encuentra en el poema titulado precisamente “Chatrang.námak”, escrito a fines del siglo séptimo o principios del octavo. 
No es, en concreto, la única composición literaria que alude al milenario juego de ajedrez. En los famosos “Rubáiyat”, del conocido poeta Omar Jayam, se halla un hermoso cuarteto que puede traducirse aproximadamente así: 
En un tablero de noches y de días, 
El destino con los hombres juega; 
Así los lleva, los trae, los jaquea
Y, uno tras otro, los retira. 
El tablero de ajedrez se presenta aquí como una metáfora del mundo, donde los hombres serían meras piezas movidas por una inteligencia superior. En ese texto se inspiró el poeta argentino Jorge Luis Borges para componer sus célebres versos:
También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y blancos días; Dios mueve al jugador y éste, la pieza:
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía.
El chatrang, es decir, el ajedrez persa, también es reiteradamente propuesto en las obras de los escritores de la época, como modelo de genio militar. El poeta Unsuri, por ejemplo, elogia a su protector, el príncipe de Gazni, diciendo: 
El soberano jugó al ajedrez contra cien reyes
Y a cada uno dio mate en forma diferente. 
Según las fábulas persas, el ajedrez ya habría sido conocido en tiempos del rey Artajir, o sea, en el siglo III después de Cristo, pero no existen testimonios fidedignos que lo ratifiquen. La mención aparece en el poema épico “Karnámak”, pero seguramente pertenece al reino de la fantasía.
El chatrang se jugaba igual que el chaturanga indio. Únicamente varió el nombre de las piezas, ya que el rey se llamaba, lógicamente “sha”; el ministro recibió el nombre de “farzin”; el elefante fue denominado “pil”; los caballos eran llamados “asp”; los carros de asalto eran los “ruj” y los soldados, finalmente, fueron bautizados “piyadaj”. Pero hay dos detalles que vale la pena mencionar: En primer lugar, que el rey y su ministro no tenían ubicación fija, sino que era costumbre que el jugador de mayor fuerza, o el de clase social más alta, eligiera cuál de las dos casillas centrales de la primera línea ocuparían un y otra pieza. 
La otra curiosidad es que, cuando un jugador atacaba al rey de su rival, se lo advertía diciendo simplemente: “Sha”, y de allí deriva la palabra “jaque”. Y cuando el rey enemigo no tenía escapatoria, el jugador victorioso exclamaba: “Sha mat”, es decir “jaque mate”, que literalmente significa “muerte al rey”.

lunes, 6 de febrero de 2012

La India: cuna del juego de ajedrez

Hoy comienzo una serie de artículos sobre la historia del ajedrez. Si bien hay mucha literatura sobre el tema, estimo oportuno refrescar algunas cuestiones, en especial para quienes recién se inician y necesitan una  cultura ajedrecística. general para su progreso.  
Sabemos que las leyendas sobre el origen del ajedrez coinciden en señalar a la India como la cuna del juego. Las investigaciones históricas, por su parte, llegaron a la misma conclusión y hoy puede considerarse probado que, hace unos mil quinientos años, el juego llamado “chaturanga” adquiría en la India sus características propias y se convertía, por tanto, en la forma primitiva del ajedrez moderno.
Es cierto que los juegos de tablero existen desde la más remota antigüedad, y se han encontrado testimonios de que, dos o tres mil años antes de Cristo, los egipcios ya jugaban a las damas y los chinos, al go. Pero en estos juegos las piezas eran todas iguales y tenían un movimiento uniforme, de modo que las reglas se limitaban a establecer combinaciones posibles de tales movimientos y era indistinto ejecutarlos con una u otra pieza. Se desconoce en qué momento del desarrollo de la cultura oriental surgió la idea de dotar a cada pieza de una forma y un significado diverso y de un movimiento particular, pero es seguro que de allí derivó la diferenciación que constituye la principal superioridad del ajedrez sobre los otros juegos de tablero conocidos.
La primera referencia al chaturanga aparece en un relato que data de fines del siglo sexto o principios del siglo séptimo de la era cristiana., titulado “Vasavadatta” y atribuido al escritor Subandu.
Una detallada descripción del juego se encuentra en obras posteriores de la literatura india, todas escritas en idioma sanscrito, tales como el poema épico “Haravijaya” compuesto por Ratnakara, o los versos del libro denominado “Kavyalankara”, cuyo autor fue el poeta Rudrata.
La palabra “chaturanga” significa literalmente “formado por cuatro partes” y alude, según todas las evidencias, a las cuatro divisiones o fuerzas que integraban los ejércitos indios en la organización militar de aquella época. En efecto, las piezas del ajedrez primitivo eran los elefantes, los caballos, los carros de asalto y los soldados, pieza más débil, exactamente al revés de lo que ocurre con la reina moderna: El consejero del monarca apenas podía moverse una casilla por vez y únicamente en diagonal.
Ganaba la partida, como ahora, el jugador que daba mate al rey adversario, pero también, el que despojaba al monarca rival de todas las piezas. En este último caso era necesario evitar que el rey solitario quedara en posición de ahogado, porque en el chaturanga también ganaba el bando cuyo rey sin estar en jaque, carecía de todo movimiento posible. Esto significa que la partida siempre se definía a favor de uno u otro bando; no había empate posible.
El chaturanga era un juego lento y resultaría tedioso para un ajedrecista contemporáneo. Pero, en la época de la creación, revolucionó a quienes estaban acostumbrados a la simplicidad del juego de damas, desplazando a este muy pronto en la preferencia de los aficionados. Una prueba de la complejidad del chaturanga es que algunos jugadores, acaso incapaces de elaborar racionalmente una estrategia, confiaban sus movimientos al azar, utilizando dados. Esta variante espuria se denominaba “nard” y no alcanzó a difundirse demasiado.
De la India, el chaturanga pasó primeramente a la antigua Persia, donde muy pronto también se hizo popular. Pero eso será motivo de nuestra próxima entrada. 

viernes, 3 de febrero de 2012

El poder de la iniciativa en el ajedrez, los negocios y la política

Conocemos que llevar la iniciativa en el ajedrez forma parte del éxito del ataque. Cuando el rival tiene la obligación de defenderse va debilitando su posición y creando puntos de ataque. 
En este contexto de liderazgo podremos prever y seguir controlando la acción.
"Mientras sigamos amenazando y presionando, conservaremos la iniciativa. En el ajedrez, eso finalmente conduce a un ataque que no tiene contestación posible. En los negocios lleva a una mayor cuota de mercado. En las negociaciones conduce a un acuerdo mejor. En la política, a un aumento de votos. En todos los casos crea un círculo positivo de auténtica y mayor calidad, más la percepción de una mejora del status y una victoria inminente, beneficios tanto tangibles como intyangibles. Esa es la ventaja del atacante". Así, contundente, es Garry Kasparov cuando habla de este tema en su imperdible libro "Cómo la vida imita al ajedrez".
En lo que hace especialmente al ajedrez ir un paso adelante significa que podremos mantener desestabilizado a nuestro rival, movernos y cambiar para incidir en sus puntos débiles. En este orden, "El Águila de Bakú" afirma: "En el ajedrez existe el principio de las dos debilidades. Es poco probable ganar una partida contra un jugador potente con un solo punto de ataque. En lugar de centrarnos en un solo objetivo, debemos aprovechar la presión para provocar más puntos débiles".

Luego recuerda cómo evolucionó como jugador de ajedrez y señala que siguió practicando un ajedrez de ataque durante toda su carrera,  reconoce que con el paso del tiempo sus partidas eran cada vez más concretas y menos especulativas y, tras una década como campeón del mundo,  "me apetecía menos embarcarme en ataques inciertos y solía ser más paciente. Era algo más que el estereotipo del conservadurismo que aparece con la edad; era el producto de una reflexión nacida de la experiencia de todos aquellos años. Había aprendido que un contra ataque a tiempo, contra un oponente demasiado agresivo, podría se más eficaz que responder siempre con fuego al fuego".

miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Sólo los cultos pueden triunfar en el ajedrez?

"Solo un hombre culto puede llegar a las cumbres del ajedrez". Dr. Alexánder Alekhine, ex campeón mundial.
"El ajedrez es un verdadero símbolo de la lucha entre el bien y el mal, del equilibrio del universo y el alma. Cuando se juega al ajedrez se alcanzan altos grados de concentración, que solamente se pueden comparar con los estados de oración profunda. Alexis Murillo, Maestro internacional.
"Aprendí a jugar al ajedrez antes que a leer". José Raúl Capablanca. 
"Veo en la lucha ajedrecística un modelo pasmosamente exacto de la vida humana, con su trajín, sus crisis y sus incesantes altibajos". Garry Kasparov 
"La amenaza de la derrota es siempre más terrible que la derrota misma". Anatoli Karpov, ex campeón mundial.
"En ajedrez la amenaza de una jugada es más fuerte que su ejecución". Aron Nimzovich, 
"El ajedrez es un elíxir que alarga la vida, es un culto a la sabiduría y un canto a la virtud". Anónimo.
"La táctica consiste en saber que hacer cuando hay algo que hacer. La estrategia, en saber que hacer cuando no hay nada que hacer". Savielly Tartakover.
"A los siete años de edad mi padre me enseño los rudimentos del ajedrez, sin que nos hubieramos podido imaginar, -ni él ni yo- cómo me iba a llenar la vida este hermosísimo juego". Joaquín Gutiérrez, escritor.
"Más que un juego o una ciencia el ajedrez es un arte. Quien llega a dominar el arte exquisito de sus combinaciones y adentrarse en la solución tan interesante de sus problemas, goza de una sensación estética tan saludable y tan emotiva como la que produce una hermosa sinfonía o la contemplación de un modelado o de una pintura de mérito". Lic. Rogelio Sotela Montagné, ex campeón nacional de Costa Rica.
"El ajedrez es la lógica hecha juego". Anónimo.
"Jugar una partida de ajedrez es pensar, elaborar planes y también tener una pizca de fantasía". Paul Morphy. 

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