viernes, 13 de julio de 2012

“Il Puttino”: una de las figuras más curiosas de la historia del ajedrez

Giovanni Leonardo da Cutro , “el caballero errante”

A fines del siglo XVI, Italia se convierte en el centro más importante del ajedrez mundial, cuando Giovanni Leonardo da Cutro y Paolo Boi derrotan a Ruy López y a Cerón en el famoso certamen de Madrid, año 1575.
Leonardo fue un jugador brillante y también una de las figuras más curiosas de la historia de nuestro juego ya hacia 1560 y cuando era todavía un jovencito,Leonardo gozaba de sólida fama como ajedrecista. Quince años después, al consagrarse como el mejor de su tiempo, había sin duda perfeccionado su técnica; es digno de señalar que los jugadores italianos sobresalieron porque ya habían comprendido la importancia de un rápìdo desarrollo de las piezas, aprovechando que las nuevas reglas permitían una partida dinámica y con definiciones a menudo fulminantes.
Viajero incansable, Leonardo fue apodado “el caballero errante”, por el rey Sebastián de Portugal, país en donde estuvo luego del torneo de España. En Italia lo llamaban “il Puttino”, a causa de su pequeña estatura. De regreso a su patria, entró al servicio del príncipe de Bisignano, quien le brindó protección y apoyó, como era habitual entre los nobles del Renacimiento, mecenas y filántropos.
Muchas anécdotas, posiblemente fabulosas, se cuentan del pintoresco Leonardo. Una de ellas afirma que los piratas sarracenos que asolaban el mar Mediterráneo, tomaron prisionero a un hermano de Leonardo y le exigieron un elevado rescate. El intrépido ajedrecista desafió a disputar un match, con la condición de que, si Leonardo ganaba, su hermano fuera liberado. Naturalmente, el maestro se impuso con facilidad y así logró superar la dramática circunstancia, gracias a su habilidad frente al tablero.
Al parecer Leonardo era tan insoportable como suelen serlo los genios. En un cuadro que representa un escena del match contra Ruy López, se ve al monje español muy concentrado en la partida, mientras el italiano aparece mirando en dirección al espectador, con un gesto de burla. Su pedantería le costó muy cara a Leonardo da Cutro, ya que murió envenenado a los cuarenta y cinco años de edad. Se sospecha que el asesino fue algún ajedrecista humillado y vengativo.
El otro maestro de la misma época, Paolo Boi, llamado “el Siracusano”, acompañó a Leonardo en sus giras y obtuvo mercedes y beneficios de varios monarcas. Felipe II lo retribuyó espléndidamente en Madrid, le asignó una beca a cargo de la gobernación de Sicilia y le dio una carta de recomendación para su hermano, don Juan de Austria.
Boi recorrió también toda Italia y luego llegó hasta Hungría y el imperio otomano, jugando contra los mejores ajedrecistas magiares y turcos y viviendo exclusivamente del juego, como un verdadero profesional. Finalmente se radicó en Nápoles, que era la ciudad italiana donde mayor auge había cobrado el ajedrez y allí encontró la muerte, también en forma trágica, como su amigo Leonardo: Lo mató su propio criado, para robarle la fortuna que Boi había ganado como ajedrecista.
Lamentablemente, ninguno de estos dos grandes maestros dejó escritos sobre el juego, aunque se han conservado partidas de ambos, suficientes para acreditar su genio. Pero Italia iba a producir, poco tiempo después, dos insignes tratadistas que tienen un lugar de privilegio en el desarrollo de la teoría del Ajedrez: Alessandro Sabio y Giacchino Greco.

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