Cuarta entrega del periodista Héctor Luis González, "Lasker: el eterno rey del ajedrez". (Aquí podes leer la Primera, segunda y tercera parte).
Los peligros derivados de la declaración de la Segunda Guerra Mundial -era de raza judía- lo hicieron emigrar definitivamente a los Estados Unidos donde pasó los últimos años de su vida. Sus hazañas en el tablero durante medio siglo fueron objeto de numerosos estudios por parte de los más afamados teóricos, que trataron de investigar las causas profundas y complejas de sus triunfos persistentes, muchos de ellos fundados en incorrecciones caprichosas, que con el tiempo se aclararon que algunas no era tales, sino que Lasker conceptualmente había superado en la concepción de juego a toda una generación. Tartakower, el más grande de los comentaristas de principios de siglo, fundamentó el secreto de Lasker, en la simple explicación de que profundizaba una jugada más que sus adversarios con un enorme poder de concentración que le permitía calcular exactamente en cada lance los riesgos propios, en relación a la predisposición rival para el trato de una determina posición. Mucho de ellos era cierto, sobre todo su poder de concentración que quedó patentizado en más de una ocasión. Valga recordar algunas anécdotas como éstas: Cierta tarde del invierno de 1907,encontrándose el doctor Lasker en un café de Berlín, jugando una partida informal con su amigo, el maestro Blackmar, irrumpìó en el local una numerosa banda musical que cruzó por delante del tablero tocando estrepitosamente, mientras Lasker meditaba profundamente su jugada. Al cabo de un rato y cuando la banda ya se había alejando, Blackmar le preguntó a Lasker si se había sentido molesto por la música a lo que el campeón respondió: De que música me habla, nada he oído. También se recuerda la predilección de Lasker por resolver problemas, como ocurrió cuando en 1924, los maestros europeos embarcaron en Hamburgo con destino a Nueva York para participar en el famoso torneo que ganó Lasker. Entre los viajeros se encontraba Ricardo Reti, que además de ser uno de los mejores de entonces, era un notable creador y compositor de finales compuestos. En la primera tertulia que tuvieron los maestros en el comedor del transatlántico, Reti mostró a sus colegas varias de sus composiciones, apareciendo una, como de extrema dificultad para resolverla. El doctor Lasker, muy interesado se empeñó en la solución, a pesar de que Reti le advirtió lo difícil de lograrla. El genio alemán respondió con una sonrisa y aseguró que en pocas horas le traería la solución exacta. Transcurrió el plazo señalado y varios días más, sin que Lasker encerrado en su cabina encontrara la solución del enigma. Pero solamente su tenacidad de verdadero luchador, rayana muchas veces en el capricho, pudo vencer el obstáculo. Por fin después de ocho días de encierro y profunda concentración, ya casi cuando tocaban puerto, el viejo Lasker, cubierta de ceniza, su blanca cabellera, con la mirada somnolienta y su rostro demacrado por el cansancio ofrecía sonriente la solución del problema. Ese mismo final que los más afamados maestros habían calificado de imposible. Vale la pena transcribirlo: Blancas: R1R, P2D, C2AR (tres piezas), Negras: R6AR, P5R, P6D (tres piezas). Juegan las blancas y ganan: Solución: 1.C1D.R7C 2. C3ARj.R5A 3.C1A.R7C 4.C2T.R8C 5.C4C.R7C 6.C5R.R6C 7.C7A.R6A 8.C5Cj.R5A 9.C6Rj.R6A 10.C4Dj.R7C 11.C5A.R6A 12.R1D.R7A 13.C6R.R6A 14.R1A.R7R 15.C4A.R8R 16.R2C.R7R 17.R3A y se gana.
Mañana la seguimos con Lasker: el rey eterno del ajedrez
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