El virtuosismo de Lasker en los torneos fue distinto al mostrado en los cotejos individuales. Los factores extra ajedrecísticos, incluyendo el azar, intervienen en forma más determinante en los certámenes y Lasker, supo eliminar toda esa influencia exponiendo su acrísolado estilo de cabal luchador, entrado en posiciones al borde del abismo y siguiendo caminos de aventura.
En los matches en cambio, evidenciaba una seguridad poco común, y ni bien encontraba el medio en que su rival actuaba en un terreno desagradable apretaba con todas sus fuerzas con un juego arrollador. Solamente en sus encuentros con Schlechter y Capablanca, se lo notó falto de esa confianza y seguridad de sí mismo. Con Schlechter iniciado el 6 de enero de 1910 en Viena, a 10 partidas, cometió un error en la 5º debiendo inclinar su rey. Schlechter bien llamado el “Rey de las tablas” se mostraba impertubable y así fueron pasando las partidas hasta llegar a la última, ante la algarabía de todos los aficionados locales que daban por hecho que el título pasaría a manos del austríaco. La partida decisiva se jugó entre el 10 y 11 de febrero y Lasker demostró que era realmente un gran luchador. Necesariamente debía ganar ante un rival que se oponía en extremo sólido y seguro, pero Lasker arriesgó tanto, que en cierto momento llegó a estar perdido. No hizo siempre las mejores jugadas, sino las más complicadas, hasta que llevó a su rival al terreno que más le convenía y en el final logró vencerlo, reteniendo el título de campeón que con gallardía ostentaba entonces ya hacía 16 años.
En el encuentro frente a Capablanca, no fue el luchador ni su nivel fue normal, sin disimular la victoria del cubano, que por entonces ya era un genio indiscutible. Pero cierto es que Lasker no pasaba su mejor momento espiritual. Su alejamiento del tablero durante la guerra de 1914, y las causas de orden moral y económico que tanto influyeron sobre él en este período habían, sin duda, socavado su poder de lucha.
En los matches en cambio, evidenciaba una seguridad poco común, y ni bien encontraba el medio en que su rival actuaba en un terreno desagradable apretaba con todas sus fuerzas con un juego arrollador. Solamente en sus encuentros con Schlechter y Capablanca, se lo notó falto de esa confianza y seguridad de sí mismo. Con Schlechter iniciado el 6 de enero de 1910 en Viena, a 10 partidas, cometió un error en la 5º debiendo inclinar su rey. Schlechter bien llamado el “Rey de las tablas” se mostraba impertubable y así fueron pasando las partidas hasta llegar a la última, ante la algarabía de todos los aficionados locales que daban por hecho que el título pasaría a manos del austríaco. La partida decisiva se jugó entre el 10 y 11 de febrero y Lasker demostró que era realmente un gran luchador. Necesariamente debía ganar ante un rival que se oponía en extremo sólido y seguro, pero Lasker arriesgó tanto, que en cierto momento llegó a estar perdido. No hizo siempre las mejores jugadas, sino las más complicadas, hasta que llevó a su rival al terreno que más le convenía y en el final logró vencerlo, reteniendo el título de campeón que con gallardía ostentaba entonces ya hacía 16 años.
En el encuentro frente a Capablanca, no fue el luchador ni su nivel fue normal, sin disimular la victoria del cubano, que por entonces ya era un genio indiscutible. Pero cierto es que Lasker no pasaba su mejor momento espiritual. Su alejamiento del tablero durante la guerra de 1914, y las causas de orden moral y económico que tanto influyeron sobre él en este período habían, sin duda, socavado su poder de lucha.
La obra de Lasker no se limitó solamente al reducido ámbito del ajedrez, sino que tuvo un alcance mucho más profundo y universal que dejó formulado en sus libros Der Kampf (La lucha), y Das Begreifen der Welt (La comprensión del mundo) además de su opúsculo sobre matemática presentado al Congreso Científico Latino Sudamericano “Tratado de once puntos sobre un plano”. De sus publicaciones puramente ajedrecísticas, la más popular es el “Sentido común en ajedrez”, aunque la más considerable por su carácter didáctico es el “Manual de Ajedrez” que encierra la exégesis profunda de la Escuela Moderna creada por Steinitz.
El 11 de enero de 1941 enfermo de uremia y falleció en Nueva York en el hospital Mount Sinai, por rara casualidad en el mismo nosocomio que su sucesor a la corona José Raúl Capablanca expirara un año después.
Lasker murió a los 72 años de edad conjugando una extraordinaria personalidad de matemático, filósofo, dramaturgo y acaso la figura cumbre del pensamiento ajedrecístico moderno, fue realmente un ser excepcional, ejemplo y paradigma de virtudes de las generaciones futuras y el nexo preclaro en el tiempo que unió la escuela contemporánea con los precursores de antaño.
El 11 de enero de 1941 enfermo de uremia y falleció en Nueva York en el hospital Mount Sinai, por rara casualidad en el mismo nosocomio que su sucesor a la corona José Raúl Capablanca expirara un año después.
Lasker murió a los 72 años de edad conjugando una extraordinaria personalidad de matemático, filósofo, dramaturgo y acaso la figura cumbre del pensamiento ajedrecístico moderno, fue realmente un ser excepcional, ejemplo y paradigma de virtudes de las generaciones futuras y el nexo preclaro en el tiempo que unió la escuela contemporánea con los precursores de antaño.
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