Fomenta la actitud reflexiva, la capacidad de análisis y la racionalidad de la conducta.
Se ha escrito mucho acerca de la utilidad del ajedrez en la educación de los jóvenes. Entre los especialistas, existe la convicción de que la práctica del juego trae aparejadas notables ventajas, pero todavía no se ha logrado una acción oficial que lo incorpore totalmente a los planes de estudio.
Al respecto, consideramos oportuno comentar la opinión del sociólogo argentino José Luis de Imaz. En une entrevista realizada hace unos cuantos años, el doctor de Imaz dijo que una de las grandes fallas del sistema educativo nacional, radica en que "no se entrena a la gente para tomar decisiones personales". Y en seguida, señalando soluciones el científico agregó: "Si yo tuviera que armar un curriculum, aumentaría las horas de ajedrez, porque el entrenamiento en ajedrez, entre otras cosas, a un chico de 14 o 15 años, lo va acostumbrando a decisiones estratégicas, en cálculos operativos del comportamiento del otro.
Compartimos en todo, lo expresado por el doctor de Imaz. Uno de los fines fundamentales de toda educación, es enseñar a pensar; de este modo, se fomenta la actitud reflexiva, la capacidad de análisis y la racionalidad de la conducta. Pero también es necesario que el joven adquiere el hábito de decidir por si mismo, frente a las diferentes alternativas de su vida personal y social. Esto significa educar en la libertad y para la libertad, pero con dos características esenciales: primero, el respeto a la libertad de los demás, segundo, la responsabilidad propia por las consecuencias de una elección equivocada.
Mucho de los grandes dramas de los pueblos, a lo largo de la historia, se han debido a que los ciudadanos, en vez de tomar decisiones personales y de afrontar, llegado el caso, sus consecuencias, han preferido delegar en el Estado, o en una corporación, o en un caudillo, la responsabilidad de decidir. Es una actitud cómoda, porque luego permite echarles la culpa del fracaso al Estado, la corporación o el caudillo. Pero es también peligrosa, porque lleva indefectiblemente a la dictadura y a la pérdida de la libertad que no se supo o no se quiso conservar.
El ajedrez, que excluye por completo el azar, propone a cada jugada un desafío. Lo mismo que la vida. Hay que elegir entre varios movimientos posibles, previo trazado de un plan general, que es como el proyecto vital de cada persona. Ejecutado el movimiento, no se puede volver atrás. Cuando nuestro plan resulta victorioso, nuestro es el mérito. Pero, si nos conduce a la derrota, también es nuestra culpa. De la derrota, es decir, del error, extraemos enseñanzas, acumulamos experiencia para no cometerlo de nuevo.
Por otra parte, tablero de por medio, hay un oponente que se plantea los mismos objetivos que nosotros. Tenemos que respetarlo, en primer lugar, y exigirle que a su vez nos respete. Pero también trataremos de adivinar sus planes, para encontrar la manera de contrarrestarlos. Así surge la competencia, que, siempre que se cumpla con lealtad y limpieza de procedimientos, ayuda a templar el carácter.
1 comentario:
Conocí al Dr. Imaz en mi juventud (tenía un campo cerca de mi pueblo) y como invitado de honor en el festejo de las Bodas de Plata de mi colegio secundario, dijo las mismas palabras que dijo en la entrevista.
Más tarde, y ya en la ciudad que vivo ahora, en el secundario humanista-tecnológico del cual fui rectora 10 años, durante mucho tiempo llevamos a cabo talleres de ajedrez los sábados (no nos dejaron agregarlo al plan oficial) y fuimos sede de varios torneos juveniles.
De más está decir que comparto cada expresión que has vertido.
Muchos saludos, Paula
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