El libro titulado “Repetición de amores y arte de ajedrez”, escrito por Luis Ramírez de Lucena en el año 1947 fue el primer tratado donde nuestro juego aparece ya con casi todas sus características modernas.
Quince años más tarde, en Roma, aparece otra obra fundamental de la literatura ajedrecística: “Questo libro é da imparare giocare a schachi e de le partite”, cuyo autor era un portugués llamado Damiano. Este maestro, de quien poco o nada se sabe, redactó la primera parte del su libro en italiano, pero la segunda -que contiene setenta y dos problemas analizados- alterna la lengua italiana con la española.
El libro de Damiano fue el primero que se publicó en Italia y gozó de enorme popularidad, siendo reeditado muchas veces en el siglo XVI y en el siguiente. Era una especie de manual realmente indispensable para todo aficionado y traía la novedad de estudiar no solamente las tradicionales aperturas de peón rey, sino también algunas de peón dama, entre ellas, el gambito aceptado.
Otra curiosidad es que Damiano alude a partidas en las que uno de los jugadores da ventaja a su adversario, una forma de jugar que no beneficia precisamente el progreso del ajedrez, pero que estuvo de moda durante mucho tiempo, incluso hasta el siglo pasado. También se refiere Damiano a las simultáneas a ciegas, y qeu muchos la catalogan como otra perniciosa costumbre que ha subsistido casi hasta nuestros días, pues grandes maestros del siglo XX, como Aliéjin, Reti y Najdord, han protagonizado estos espectáculos, que los detractores los sedñalan como mñas más propios de un circo que de la serena meditación del juego-ciencia.
Junto a la obra teórica de Damiano, el Renacimiento produjo, también en Italia, el primer poeta del ajedrez. Casi esta expresión queremos significar que el juego moderno se construyó en el tema principal de una composición poética importante y culta, así como en la antigua Persia el “chatrang” primitivo tuvo también sus bardos o poemas.
El poeta de que hablamos se llamaba Marco Gerónimo Vita y nació en Cremona en el año 1490. LLegó a ser obispo de Alba y falleció en 1566, dedicando su vida más a las artes y a las letras que a sus obligaciones eclesiásticas, un hecho que, en esa época, no llamaba demasiado la atención. El largo poema consagrado al ajedrez fue compuesto posiblemente hacia 1513, pero se publicó varios años después. LLeva por título “Scacchia Ludus”, o sea, simplemente, “Juego de ajedrez”; está escrito en latín clásico y, también muy clásicamente, narra las épicas alternativas de una partida entre los dioses Apolo y Mercurio.
Los valores estéticos del poema se han diluído con el correr de los años, pero es indudable que esta creación del obispo Vita influyó a otros artistas de los siglos posteriores, que escribieron luego obras semejantes. Lo notable es que también ejerció influencia en el desarrollo del juego mismo: La más importante es que Vita concibe definitivamente como Torre o Castillo a la pieza que en la antigüedad era un carro de asalto, y desde entonces se hace universal la forma y la denominación moderna de dicha pieza.
También este poema nos confirma que ya el ajedrez se jugaba como en la actualidad, pues Vita comenta largamente, siempre en versos ampulosos y perfectos, el movimiento de las distintas piezas, comprando, por ejemplo, a los obispos (o sea, los alfiles) con los arqueros, por su acción a la distancia, o pregonando la enorme capacidad destructiva de la dama.
La partida entre ambos dioses finaliza con la victoria de Apolo, que conducía las blancas. Es sabido que este dios representa la belleza y la armonía, y por ello, bien puede ser considerado como el auténtico patrono de ajedrez.
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