miércoles, 13 de abril de 2011

El juego erótico con propósitos de seducción

“¿Qué se yo de ajedrez?. Nunca moví un peón, un alfil, tengo los ojos ciegos para el álgebra y ese tablero filosófico donde cada figura es una interrogación. Pero recuerdo a Capablanca, me lo recuerdan....ver video 

Así comienza Nicolás Guillén su famoso poema en honor al cubano que fuera campeón mundial entre 1921 y 1927. Y como en estos versos, la presencia del juego de ajedrez en la literatura de todos los tiempos y todos los idiomas siempre ha estado presente.
A veces, el juego se utiliza como elemento narrativo, por su carácter simbólico; otros autores lo emplean para completar el retrato psicológico de un personaje; y, también, el ajedrez puede aparecer como un mero adorno o como un elemento más de la estructura novelística.
Entre los textos más antiguos en los que aparece nombrado el ajedrez, figura un fragmento del “Peregrinaje de Carlomagno”, que pertenece a una fecha indeterminada de la segunda mitad del siglo XI. Traducido, dice más o menos así: “Se encontraban allí sentado siete mil caballeros en pelliza de armiño, sentido desconocido. Se divertían jugando a las tablas y al ajedrez”.
El tema de una partida de ajedrez entre un hombre y una mujer, con propósitos de seducción, aparece en forma reiterada en la literatura popular de la edad media. Nos referimos a los llamados “romances”, escritos en lengua vulgar.
La leyenda figura, por ejemplo, en el romance francés “Huon de Bordeaux”, escrito alrededor de 1200. El héroe comparece ante el rey y le pide la mano de su hija. El monarca le responde que no es digno de la princesa, pero que dará su consentimiento si él es capaz de ganarle una partida de ajedrez, juego que la muchacha domina a la perfección. Huon acepta el desafío sabiendo que, si pierde, no sólo no se casará con la princesa sino que el rey lo hará matar por su atrevimiento. Pero ocurre que Huon es un hombre apuesto, la princesa se enamora de él y se deja ganar. Furioso, el rey ofrece al héroe cien monedas de oro si lo libera del compromiso. Y el pícaro Huon acepta, en actitud nada romántica. Entonces, la despechada princesa exclama: “Maldito seas!. Si hubiera sabido que me rechazarías, te hubiera dado mate y habrías perdido la cabeza!"
En la novela "La Atlantida" de Pierre Benoir (1919), también llevada al cine, hay un escena bastante erótica cuando la reina invita a Saint - Avit a jugar ajedrez; mientras tanto, un grupo de bailarinas semidesnudas se preparan para amenizar la velada. 
Asimismo, en la “Crónica” de Froissart, del año 1374, se narra una partida entre el rey Eduardo III de Inglaterra y la hermosa condesa d Salibury. (la seguimos en la próxima entrada) 



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