En otras obras de la literatura universal, también existen referencias parecidas, incluso más modernas, como “El cortesano”, del italiano Baltasar Castigilioni y, por supuesto, en el “Romancero” español, donde pervive la tradición árabe, ya que fueron los moros quienes difundieron el ajedrez en España y de allí al resto de Europa.
En el Renacimiento y en el Barroco se puede citar el poema didáctico Scacchia Ludus, que se debe a la pluma de Jorónimo Vida; Essai, libro I de Montaigne; varios pasajes de Shakespeare; “Camino de Perfección”, de Santa Teresa de Jesús; Don Quijote (Cervantes); Mateo Alemán; Góngora; Lope de Vega; Quevedo; Madame de Sevigné; La Bruyere.
En el Siglo XVIII y XIX, Rosseau y Diderot dejaron su marca en la literatura ajedrecística; así como P: J: Feijoo; Goethe; Lord Byron; Stendhal; H. De Balzac; M. Sadoveanu y Lewis Carroll. En el siglo XX Saint – Exupery; J. Coteau; K. Capek H. Troyat y Gerardo Diego. Otros autores que han mencionado el ajedrez en sus escritos son: Dante (en la Divina Comedia ); Chaucer, Rabelais; Fielding; Ibsen; Spencer; Chesterton (en El candor del padre Brown); Herman Melville, George Eliot; W: Scott; Dickens; Bacon; Jonathan Swift; Wells, Thomas More, Carlile, S. Zweig; Stevenson y Ruskin.
También en la novela policíaca el ajedrez ocupa un lugar destacado. Por caso, Edgar Allan Poe, en los crímenes de la calle Morgue y Conan Doyle en The adventure of the retired Colourman, de la antología The Case Book of Sherlock Olmes.
Más cercano en el tiempo y en la geografía, dos grandes de la literatura latinoamericana han utilizado al ajedrez en muchos de sus escritos: Gabirel Garcia Marquez y Jorge Luis Borges.
En “El amor en tiempos del cólera”, el ajedrez está indisolublemente ligado a un personaje, cuyo nombre es Jeremiah de Saint-Amour, con cuya muerte se abre la novela.
Por último, como muchos de los grandes artistas, Borges admiraba el juego de ajedrez y lo reconocía como una de las máximas creaciones del espíritu del hombre.
Se refirió al tablero y a las piezas en muchas ocasiones y tradujo, o más exactamente, recreó, unos antiguos versos de Omar Jayam, el poeta persa autor de las “Rubáyat”.
Uno de esos sonetos dice así: “Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada / Reina, torre directa y peón ladino / Sobre lo negro y blanco del camino / Buscan y libran su batalla armada.-/ No saben que la mano señalada / Del jugador gobierna su destino, / No saben que un rigor adamantino / sujeta su albedrío y su jornada.-/ También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero / De negras noches y de blancos días.- /Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.- ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza / De polvo y tiempo y sueño y agonías?”. ver video
Acaso ahora Borges, en la eternidad, haya encontrado la respuesta.
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