España fue la cuna de la bibliografía ajedrecística, y que los manuscritos españoles llevaron la teoría del juego a toda la Europa Medieval.
La obra más celebrada, y la más antigua que haya llegado completa hasta nuestros días, es sin duda alguna el libro titulado “juegos de axedrez, dados y tablas”, publicado en el año 1283. Se trata de una recopilación dispuesta por el rey de Castilla Alfonso X, llamado “el sabio”, que fue también emperador de Occidente y entre cuyas grandes medidas de gobierno figuran el ordenamiento de la jurisprudencia de su época y la reapertura de la Universidad de Salamanca.
El manuscrito se conserva en El Escorial, el imponente monasterio levantado por Felipe II en homenaje a San Lorenzo mártir, cerca de Madrid. La obra consta de noventa y ocho folios en pergamino, primorosamente caligrafiados por los monjes en caracteres gótico y con ciento cincuenta maravillosas ilustraciones en color. Si bien el libro contiene las reglas de diversos juegos de azar y de ingenio, el ajedrez ocupa la mayor parte del volumen y se incluyen un centenar de problemas y finales compuestos.
La lectura de la obra revela que, a fines del siglo trece, todavía se conservaban intactas las reglas del shatranj árabe, aunque algunos de los problemas muestran novedades que anticipan ya la necesidad de ciertos cambios, los cuales se producirán al cabo de no mucho tiempo. Así, por ejemplo, la dama obtenida por coronación de un peón tiene la propiedad de avanzar tres casillas, en vez de sólo una como tiene el juego oriental.
Es digna de mención una variante fantástica del ajedrez, que el manuscrito de Alfonso el Sabio describe someramente. Se trata del “ajedrez ampliado”, al que también atribuye origen hindú, y en el cual cada bando dispone de 12 piezas, en un tablero de ciento cuarenta y cuatro casillas. No existen los peones, y todas las figuras ubicadas inicialmente en la primera línea, son fabulosas o mitológicas:
Existen las dos torres, pero también dos leones, dos unicornios, dos jirafas, dos cocodrilos, un rey y un grifo. La importancia de esta zoología -que seguramente encantaba a Jorge Luis Borges-, radica en que el Rey puede, en su primer movimiento, trasladarse hasta tres casillas, lo cual es un antecedente del moderno enroque. Y el grifo prefigura ya a la Dama, pues a pesar de que sólo mueve una casilla en diagonal, no tiene limitaciones para desplazarse en el sentido horizontal o vertical.
Sin embargo, la novedad más importante que presenta el libro de Alfonso el Sabio, es el tablero: En efecto, hasta entonces las casillas eran todas del mismo color, vale decir, blancas; en el manuscrito de que hablamos aparece, por primera vez, el actual tablero escaqueado, o sea con casillas alternativamente blancas y negras.
El ajedrez, que en esa época todavía era objeto de desconfianza en otros países de Europa, adquiere en la España cristiana, bajo el reinado de Alfonso X, su consagración como actividad no sólo lícita sino también recomendable. Ya ha dejado de ser visto como una fuente de corrupción, y se lo ha comprendido como fino producto del ingenio humano. Más aún: Las piezas y su movimiento son ofrecidos como una parábola de la vida, se convierten en un ejemplo moral. Pero esto será motivo de otra nota.
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