Los ocho peones eran los campesinos, herreros, escribanos, mercaderes, médicos y boticarios, taberneros, policías y rufianes y jugadores de dados.
El fraile dominico Jacobo Cessolis, creador de la escuela lombarda de ajedrez, empleaba el juego como ilustración de sus sermones moralizantes y finalmente los recopiló en un libro, bajo el título de “Ludus Scacchorum”, que significa sencillamente “juego de ajedrez”, en latín eclesiástico. Y nuevamente, aquí, los peones son comparados a los trabajadores plebeyos, asignándoseles la representación de los diversos gremios que existían entonces. Merece destacarse que en aquella época las actuales profesiones liberales también estaban relegadas a la plebe, porque la única ocupación digna de un aristócrata era la de oficial del ejército o la de sacerdote.
Según Cessolis, los ocho peones del ajedrez eran, respectivamente, los campesinos, los herreros, los escribanos, los mercaderes, los médicos y boticarios, los taberneros, los policías y los rufianes y jugadores de dados. Una heterogénea muchedumbre, como se ve, que traduce con precisión las estructuras sociales de la Edad Media, confirmando una vez más la estrecha relación entre el juego de ajedrez y la cultura de cada tiempo.
El peón es, entonces, el soldado de infantería, pero también el hombre común, el trabajador, el anónimo ciudadano de las modernas sociedades de masas. Débil en apariencia, es sin embargo el que define muchas batallas y como el hombre es la medida de todas las cosas, según lo proclamó el filósofo. En lo que hace al juego en sí, todos sabemos que el valor de las piezas de ajedrez se expresa en cantidades de peones: el caballo vale tres peones, el alfil, tres y medio; la torre, cinco y medio y la dama diez peones.
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