Continuaremos evocando a los más importantes maestros árabes, que hace mil año fundaron la teoría del ajedrez y lo convirtieron en juego-ciencia, analizando finales y aperturas con extraordinaria perspicacia e imaginación.
Dijimos que el teórico al-Lajlaj, discípulo de as-Suli, había escrito un tratado completo sobre los planteos que podían presentarse en el shatranj, agrupándolos según las características de la posición resultante y bautizándolos con expresivos nombres.
La apertura denominada “Muhánnah”, que significa “ataque del flanco”, se producía luego de doce jugadas, en las que se avanzaban todos los peones (salvo los de torre), se desarrollaban ambos caballos y se llevaba cada torre a la respectiva columna de caballo. Las negras imitaban las jugadas de las blancas, es decir, que la posición era absolutamente simétrica. El “Muhánnah” muestra un desconcertante parecido con el moderno sistema creado por el jugador belga Edgard Colle.
Otra apertura muy prestigiosa era la conocida como “Muhákrab”, o sea, “construcción fortificada, que consistía en adelantar primero los peones, desarrollar luego los alfiles por tres torre, y los caballos por dos rey y dos dama, y llevar finalmente el rey y la dama a la segunda y tercera línea, respectivamente, con lo que se despejaba la primera fila a fin de disponer de las mayores opciones para las torres.
El “Muránddad”, que puede traducirse como “de aquí para allá”, era una apertura que requería nada menos que diecinueve jugadas teóricas pra configurarse. Ofrece rasgos similares a la descripta anteriormente, pero con la diferencia de que una de las torres se reverva para ser ubicada, según las circunstancias, en cualquier columna del flanco dama, en tanto la otra se emplaza en uno caballo rey, a la manera clásica del shatranj.
Ni el chaturanga indio ni el chatrang persa habían alcanzado antes el grado de desarrollo teórico que logró el shatranj bajo la civilización musulmana. Su madurez lo hace enteramente comparable al ajedrez moderno, con las naturales diferencias que emanan de las diversas reglas del juego, y esa importancia ha sido comprendida en época reciente, con la edición de libros que divulgan los milenarios principios del viejo juego oriental y reproducen partidas de los grandes maestros árabes. El descubrimiento se produjo en 1913, cuando no publica en Londres la monumental “Historia del ajedrez”, de Harold James Ruthven Murray; el interés por el juego fue tan notable en Inglaterra, luego de conocerse este libro, que el London Chess Club organizó en marzo de 1914 un match de Shatranj, jugado por dos notables ajedrecistas británicos: Herbert Jacobs y sir Georges Thomas. Las partidas fueron recogidas por el tradicional diario “the times” y por la no menos célebre “British Chess Magazine”.
A los árabes se debe, fundamentalmente, la introducción del ajedrez en Europa. En efecto: La invasión de España en el año 711, y la prolongada dominación musulmana que sobrevino, trajo a la Europa medieval una trascendental corriente de renovación cultural, en especial filosófica y matemática, e implicó también la difusión del juego-ciencia en los reinos que nacían como consecuencia de guerras dinásticas y religiosas, en medio de pestes y devastaciones, a pesar de la intolerencia y el fanatismo. España fué, bajo los árabes, un faro de ciencia y de intelectualidad en la convulsionada realidad del continente. No es de extrañar que el ajedrez, preferido desde siempre por los hombre cultos y refinados, tuviera en ese gran centro de estudios la plataforma que lo lanzaría a todo el mundo moderno y civilizado.
Continuaremos con este tema en la próxima entrada.
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