Kasparov dice en su libro "La vida imita al Ajedrez":
"El cambio puede ser esencial, pero solo debe realizarse con mucha atención y por una causa justificada".
Más adelante señala que debemos movernos en una línea estrecha “entre la flexibidad y la consistencia”.
Un estratega debe “tener fe en su estrategia, el coraje de seguirla y mantener la mente atenta para realizar un cambio de rumbo cuando sea necesario”.
También agrega que el éxito “raramente se analiza tan detenidamente como el fracaso, y siempre atribuimos rápidamente las victorias a nuestra superioridad, en lugar de a las circunstancias”.
“Cuando las cosas van bien, es más importante si cabe cuestionarlas. El exceso de confianza conduce al error, a la sensación de que nada es lo bastante bueno”.
“En una de las partidas más tensas de mi vida -indica-, mi rival cayó por perder la confianza en sus propios planes. En 1985 me vi atrapado de nuevo en otra batalla contra mi eterno enemigo, Anatoli Karpov. Era la partida final de nuestro segundo torneo por el campeonato del mundo, y yo le aventajaba por un punto. Él tenía la ventaja de las piezas blancas, y, si ganaba, empataba la partida y conservaba el título tres años más.
Kasparov dice que su rival jugó con agresividad desde el principió, pero cuando llegó el momento crucial de la partida Karpov decidió no avanzar y “tuvo miedo” y perdió su oportunidad.
En un revelador texto, posterior a la partida, Karov reconoció que en los momentos claves su estilo no servía para las posiciones agresivas que creaba. Aprendió y se adaptó, y se mantuvo cerca de la cumbre durante muchos, muchos años, porque enseguida reconoció que necesitaba cambiar.
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