Primero, de arena, luego mecánicos y hoy digitales. Sin ellos las partidas serían interminables.
En 1841, cuando se midieron el campeón británico Howard Staunton y su colega francés, Pierre de Saint - Amant, un cronometrista registró los tiempos de reflexión de cada jugador, pero sólo a título informativo. Sólo veinte años más tarde, en el cotejo de Anderssen contra Ignaz von Kolisch, cumplido en Londres, se estableció un límite de tiempo reglamentario: Cada maestro debía ejecutar 24 movimientos en dos horas. Un árbitro llevaba la cuenta, con un reloj común.
En 1862, en el certamen de Londres, se introdujo otra novedad: a cada jugador se le proporcionó un reloj de arena, que tardaba media hora en vaciarse. En ese lapso tenía que realizar determinado número de jugadas. El mismo sistema se utilizó en el torneo de París, en 1867, pero pronto fue abandonado.. Los inconvenientes eran muchos: la humedad ambiente, por ejemplo, alteraba la velocidad de la caída de la arena. Luego de cada jugada el maestro debía colocar en posición horizontal y muchas veces, cuando le tocaba volver a jugar, lo daba vuelta, distorsionando el computo.
Los dobles relojes mecánicos comenzaron a utilizarse en el torneo de Londres de 1883. El inventor fue el industrial Thomas Wilson, de Manchester, y el equipo consistía en dos esferas montadas sobre una barra doblada en ángulo de 30º. El reloj que se mantenía horizontal era el que funcionaba, en tanto el otro, inclinado, se detenía. El invento fue patentado con el nombre de "relojes de ajedrez a péndulo visible".
Un año después, otro inventor inglés mejoró el modelo, añadiéndole un registro de la cantidad de jugadas realizadas y una alarma que advertía el cumplimiento del término fijado. Sin embargo, la novedad no tuvo demasiado éxito.
Fue un relojero alemán, Gustav Herzog, el que diseñó los relojes que todavía se utilizan en muchas competencias de la actualidad. Como se sabe, constan de dos esferas y de un sistema de palancas que permite detener una de ellas y poner en marcha simultáneamente la otra. Fueron inaugurados en el torneo de Leipzig, en 1894. La bandera, flecha o aguja que señala los últimos cinco minutos y que cae al cumplirse la hora, añadida en 1899, fue una idea del secretario de la federación holandesa.
En nuestro. país, el alemán Walter Bock, patentó el reloj diferencial "Walbo". Consiste en un cilindro lleno de líquido denso, dentro del cual se desplaza, por simple gravedad una bolita de acero. En realidad, el principio es similar al de los relojes de arena y, por falta de precisión, estos relojes se utilizan solamente para partidas informales.
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