Gossage:
Ayer recibí su última carta y, pese a que era levemente incoherente, creo comprender el motivo de su devaneo. Después de haber estudiado el diagrama que adjunta, me resultó obvio que, en las últimas seis semanas, hemos estado jugando dos partidas de ajedrez absolutamente distintas (yo, de acuerdo con nuestra correspondencia; ud. según unas normas muy genuinas en lugar de hacerlo según el racional ya existente). El movimiento del rey, que supuestamente se extravió en correos, hubiera sido imposible en e vigésimo segundo movimiento, porque, en aquel momento, la pieza estaba en el borde de la última fila, y el movimiento que usted describe lo hubiera enviado sobre la mesa del café, al lado del tablero.
En cuanto a permitirle llevar a cabo dos movimiento consecutivos para recuperar el que supuestamente se extravió en correos, sin dudas es una broma de su parte, amigo. Aceptaré el primer movimiento (usted come mi alfil), pero no puedo permitir el segundo, y, como es mi turno, contraataco comiéndome su reina con mi torre. El hecho de que usted me comunique que no tengo torrres significa poco en realidad, porque solo necesito echar un vistazo al tablero para verlas vivas en plena batalla, rebosantes de astucia y vigor.
Por último, el diagrama que usted sueña que es igual al tablero señala obviamente que ha recibido mayor influencia de los hermanos Marx que de Bobby Fischer, y, si bien es astuto, poco dice en su favor después de la lectura de El ajedrez según Nimzowitsch que usted se llevó de mi biblioteca el invierno pasado debajo de su abrigo de alpaca. Le sugiero que estudie el diagrama que le adjunto y que reajuste su tablero según esas indicaciones; así, quizás, podamos terminar el juego con cierto grado de precisión. Confío en usted.
Verdebedian
(*) Del libro de Woody Allen "Como acabar de una vez por todas con la cultura".
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